EL TIEMPO FINALMENTE ENCONTRADO

Hace algunos días publiqué cómo gran parte de mi biblioteca me fue arrebatada por el huracán Mitch, y cómo esto me motivó a hacer un nuevo inventario de libros en la biblioteca sobreviviente. Así, después de reflexionar sobre todos esos libros que se llevó el río Choluteca, o que dejó embadurnados de un viscoso lodo maloliente y letal, súbitamente, inesperadamente, como suele sucedeme con los acontecimientos más relevantes en la vida, y mientras corría a cruzar la calle que s epara Plaza Miraflores de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, para asistir a mí clase de literatura universal inglesa de la una de la tarde, tropecé sobre la acera con un señor vendedor de libros usados. Ese fue un momento revelatorio. Cómo siempre ando de prisa, nunca me había detenido a considerar los ejemplares que están a la venta en ese estrecho tramo de acera, y quizás un falso sentido de desdeño por lo ya vejado, utilizado, manoseado, no me habían permitido acercarme a esos libros r