CÁLIDO CUENCO
Ahora puedo declara sin temor a los aullidos de aquella gente
Que vagaba enajenada a mi lado
Que he sido un cobarde, desde el pasado viéndome, he sido
El espantajo más
ilustre que he conocido pues
Nunca enfrenté a los que me gritaban al rostro el defecto del
afecto
Trasladado a esos seres tan hermosos de la mitología que yo
mismo
Había construido desde el frenesí.
Esos entes, concretos y bellos en mi entendimiento, han sido
los que me guiaron
Hasta este momento definitorio, cuando rememoro a todos los
Que estuvieron hostigándome durante el largo viaje que he
desandado
Danzando, vociferando, sollozando…
Puedo exponer, inocente de locura y de vagas ideas, que he
sido feliz
Muy a pesar de los que me señalaban con sus dedos
inquisitorios de siglo 13
Creyéndose perfectamente iluminados en el arte del amor y de
la atracción sensual.
Grave error, pues he descubierto, desde mi decadente torre
vigilante
Que aunque desandaba el camino contrario, ellos rondaban errados
Pues el amor no se consigue de quien lo ofrenda o merece, sino
De quien se desea y se conquista con el corazón agitándose
En el cálido cuenco de nuestra mano.
© Rafael Ángel Valladares Ríos
22.12.14
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