EL PRINCIPITO, EL PRINCIPE Y MI AMIGO
El Principito, en su largo viaje hacia la tierra, visitó a seis personajes, cada uno en su propio planeta sideral, y conversó brevemente con ellos sobre aquellas cosas o situaciones relevantes a sus existencias. La perseverancia del Principito en sus interrogaciones provocaba cierta incomodidad en aquellos habitantes de minúsculos satélites.
De ese libro, yo aprendí muchísimos criterios (pero pocos apliqué a mi vida cotidiana), a saber:
1- Nunca dejar de hacer preguntas, por más incomodas que parezcan.
2- Que no todo lo que se pude ver es real, y que no todo lo que no se puede ver es irreal.
3- Jamás dejar de viajar, porque el desplazamiento del cuerpo lleva consigo el engrandecimiento igualitario de nuestro intelecto.
4- Siempre insistir en las cuestiones primordiales, por más simples que parezcan.
5- Sugerir soluciones a problemas prácticos, allí donde otros no ven uno.
6- Ser eternamente sincero, aunque esto provoque enojos y rabietas, o un rotundo rechazo.
7- Hablar sencillamente, como un niño perdido.
8- No creer todo lo que me dicen, y desconfiar de serpientes de suave parlar.
9- Jamás abandonar al amigo, porque nos necesita.
10- Y si por algún evento insalvable, ya no estamos presentes en sustancia corpórea, siempre alumbrar desde la lejanía de la expiración, a nuestros seres queridos y amigos.
Hace poco presté un ejemplar de El Principito -escrito por Antoine de Saint Exupery allá por 1943-, a un amigo muy especial; un ser sensible y hermoso.
Quedó fascinado con la historia, y sobre todo con su mensaje de solidaridad y honestidad.
No puedo más que confesar, que a mi parecer, la lectura hecha por mi camarada de esa obra, fue un ejercicio circular; el de un Príncipe cercano a mí, ojeando al Principito inventado y ya lejano en el cosmos de mini planetas ermitaños.
© Rafael Ángel Valladares Ríos-2011
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